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jueves, 18 de junio de 2009

El viaje de regreso a Las Palmas

Los recuerdos que tengo de aquellas fechas son muy marcados en los dias anteriores a mi marcha de Rio.
Enero en Rio de Janeiro es verano, el calor es muy fuerte si no vives cerca del mar, el "esmog" y la falta de corrientes de aire en los barrios del interior de Rio hace que la vida sea muy dura, los cines eran mi refugio favorito, me podria quedar a ver las tres funciones seguidas al fresco del aire acondicionado. Hacia ya unos dias que habia dejado de trabajar en calzacos Suzuki, el niño que tenia contratado por que podia andar depié en el almacen de la tienda, no dejaba de preguntarme donde eran las Islas Canarias, y cuando le decia que estaban cerca de Africa me hablaba de la "africa" que el conocia por las peliculas de Tarzan.
Mi hermana Rosa que haria la vuelta junto conmigo, estaba en casa preparando su marcha ya que habia terminado el segundo año de Arquitectura en la Univercidad de Rio, yo tuve el encargo de mi padre un mes antes del embarque, de recojer unas piedras de Amatista en una ciudad de Minas Gerais donde fuí en el primer autobus de la mañana y volvi a Rio en el autobus de la tarde. El viaje fue muy tranquilo hasta que una patrulla del ejercito nos paró para revisar e las personas que nos encontrabamos en el autobus volviendo a Rio, sobra decir que tuve miedo que me dijeran algo por las Amatistas que llevaba a mi padre. Todo transcurrió sin incidentes ya que estaban buscando campecinos de movimientos de izquierda, hay que recordar que en el año 1966 Brasil era una dictadura militar.
El dia del embarque fué un follon, teniamos muebles que queriamos traer, mi hermana Rosa se trajo unos sillones en U muy de diseño para aquella epoca, los habia comprado con su sueldo del trabajo que realizaba en un despacho de Arquitectura, también una gramola portatil que tenia una caja que se cerraba (yo le mejoré su diseño pero a Rosa no le gusto!). Alfombras sillas una mesa de despacho que actualmente sigo teniendo su tablon, total para pasar la Aduana de Rio para el embarque fué una epopeya, mi hermano Antonio lo pasó fatal que un aduanero viendome a mi tan tranquilo me comento. -Si tu hermano se toma la vida asi le va a durar poco! se equivocó, el tenia razon para estar nervioso...
Una vez desatracamos nos repartieron serpentinas de colores a todo el pasage para lanzarlas al aire puesto que todos los barcos que en aquel momento se encontraban en el Puerto de Rio hicieron sonar sus señales acusticas para despedirse de Amazon, puesto que era la ultima vez que atracaria en ese puerto, porque la compañia armadora lo habia vendido a otra que haria una ruta distinta por en continente Africano.
Aquella noche cuando fuimos a cenar nos tocó como compañeros de mesa un matrimonio Portugues con su hija de mi misma edad, que volvian a Portugal definitivamente. No me puedo recordar como empesamos a hablar, su despedida habia sido un poco traumatica, ella le decia adios a un chico que se quedaba en tierra mientras ella se bañaba en llantos y gritos de despedida, pero nosotros aquella noche nos conocimos y nos enamoramos, pasabamos muchisimo tiempo a la noche en cubierta hablando y besandonos, cuando volvi al camarote mi hermana Rosa me dijo que el matrimonio padre de la niña le habian advertido que ne dejara su marido solo toda la noche y ella les habia aclarado que no era su marido sino su hermano.
Los dias en el barco fueron como todas las travesias de 7 dias, monotonos y planos cuando viajas en tercera clase y no existe animación para el pasaje. Solo los de primera tuvieron la fiesta del paso por el trópico, una especie de bautizo a todos aquellos que nunca lo hubieran pasado, no era nuestro caso puesto que la habiamos pasado en el viaje de ida, aunque tampoco tuvimos bautizo.

viernes, 5 de junio de 2009

Merida



Mi encuentro con la Ciudad de Mérida fue casual, en el verano del 2000 estaba viajando por España, sin una ruta predeterminada, solo Bilbao era un destino claro.


Después de visitar Bilbao donde había llegado para visitar el Museo Guggenhein, no sabia por donde continuar mi viaje, Madrid lo había descartado, y me decidí por Badajos. El viaje en autobús fue largo y cansativo pero llegamos al atardecer, la ciudad era interesante pero no me llamó la atención, pero escuché hablar de las ruinas Romanas de Mérida y su Teatro, conocerlo fue mi única obsesión.


Al llegar a Mérida mi primera impresión no tuvo mucho entusiasmo, pero al visitar su Museo Romano cambió radicalmente la visión que tuve en un principio


Los talleres de escultores que se desarrollaron en la Merida Romana era de una sofisticación humana esplendida. Alejados de la metrópolis, dieron rienda libre a su creatividad, los cánones se ajustaron a los gustos de la clientela, bustos que fotografiaban el mas mínimo rasgo en las facciones.

El movimiento de la piedra.